Según noticia aparecida hace unos días en el diario con nombre de viento, la asignatura pendiente del "valencianismo de raíz fusteriana" (el de la sumisión a los intereses catalanes y a la entelequia de construcción nacional de los PPCC) propugnado por el Bloc, es la de airear en cada congreso que es un partido que asume la señera con franja azul y el himno. Para quitarse el estigma del "catalanismo" que lleva, con motivo y razón, como una losa a sus espaldas.
Por eso, de cara al inminente congreso de finales de febrero, la formación de Morera está subrayando que son un partido normalizado, para dejar de ser invisibles en la capital valenciana.
Pero desde el valencianismo estricto entendemos todo este ejercicio ficticio de "renuncia a las proclamas fusterianas" como una engañosa estrategia de marketing electoral, una sesión de maquillaje, un bonito envoltorio para un regalo no deseado por quien lo recibe, una cucharada de azúcar para el amargo y anacrónico "remedio de la abuela" que representa el estigma catalanista en la sociedad valenciana.
El Bloc podrá ejecutar mil técnicas de escaparatismo y "lavado de cara", pero por sus hechos los conoceréis: cualquier ciudadano no tiene más que echar un ojo a sus programas electorales u observar las políticas que aplica en los ayuntamientos donde ostenta alguna concejalía.
Para muestra, un botón: dicen asumir la Senyera con franja azul, pero su logotipo mismo ya indica lo contrario.
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